GRECIA A VELA 2012
5º DÍA
Por la madrugada empezaron a moverse mucho los barcos y a golpear entre ellos, el ruido que se oía desde dentro iba a más, así que nos levantamos bastante pronto. Zarpamos por la mañana y nos encontramos con un viento muy irregular.
A medida que salíamos a navegar a una zona más abierta el viento se volvió cada más más estable pero también más fuerte. Nos dirigíamos a la pequeña y solitaria Isla de Ayios y la idea era cruzar el estrecho canal que hay entre esta isla y el Peleponeso, así que con el viento de cara estuvimos navegando de ceñida con fuerza 4 durante bastante rato, luego empezamos a tener vientos de fuerza 6 lo que nos obligó a rizar velas ya que los barcos se iban de orzada.
Llevábamos la embarcación auxiliar arrastrando con los remos a dentro y con el fuerte viento y el golpe de una ola salieron volando... por suerte a bordo estaba Albert (nuestro héroe del día) que rápidamente se prestó voluntario para tirarse a recogerlos pese al fuerte viento. Entonces se puso el chaleco y se tiró al agua, pero la fuerte corriente y el color negro del remo que casi no se veía, solamente nos permitió recuperar uno. Eso sí, Albert nos dejó a todos asombrados y se ganó el respeto y la admiración de todos. (Albert, no te quejarás de lo bien que te estoy dejando).
Finalmente pasamos el estrecho y en pocas millas nos refugiamos en una escondida cala. Fue una navegada bonita, para recordar. La cala resultó un lugar idóneo para pasar el día y pudimos fondear un barco al lado de otro. El problema de fondear en esta cala fue que se estaba tan bien que al final salimos bastante tarde para ir rumbo a la Isla de Idra, donde ya estuvimos un par de días antes, aunque esta vez íbamos a su único pueblo y puerto de la isla.
Cuando dejamos la cala seguía soplando bastante viento y había mucho oleaje. El viento no venía completamente de cara pero tampoco nos daba para ir directos así que tuvimos que hacer algún que otro bordo. Llegamos al puerto cuando ya se estaba poniendo el Sol.
La llegada fue realmente bonita, es un lugar que tiene un encanto especial, quizás por eso el cantante y poeta Leonard Cohen eligió este remoto lugar para refugiarse en su tiempo libre. Cuando entramos en el puerto, sobre el papel ya no quedaban más amarres, la única opción era tirar el ancla por proa y amarrar con el barco de 2ª fila de popa a la vez que abarloábamos entre nosotros. La operación no era complicada en exceso, el problema era que la probabilidad de tirar un ancla encima de otra era realmente alta pero eso lo veríamos al día siguiente...
Después de toda la parafernalia de la maniobra y de conseguir desembarcar con la auxiliar, conseguimos pisar tierra y fuimos a cenar a un restaurante con una fantástica terraza a las afueras del pueblo y con unas vistas frente al mar.
Fue un día largo y se notaba el cansancio en la mayoría de nosotros. Aún así todavía tuvimos fuerzas para ir a tomar algo por el pueblo y disfrutar de la buena compañía en un lugar tan especial.